Descubriendo la ciudad de Valencia (...y otros lugares) Impresiones paseando por...

sábado, 16 de agosto de 2008

Hastings, o el PALE que nos unió.

Por cosa de la suerte, o porque no quise pedir ningún cambio, como hicieron otros, dado que ya me parecía ser afortunada por participar en la iniciativa de la Consellería de Educación , nunca vista antes, de organizar un curso de formación de inglés para profesores no de lengua extranjera, con estancia en Inglaterra de dos semanas incluida, y todos los gastos pagados , el famoso curso PALE, a mi me tocó como destino la ciudad de HASTINGS, al sur, junto a la playa (era que lo único que sabía).

Así, de entrada, no me sonaba de nada esta ciudad, y me convencí que era una buena ocasión para conocer el sur de Inglaterra.

Allá que fuimos los de mi grupo, en total éramos veinte; yo no conocía a nadie previamente y me llevé el ordenador y varios libros por si acaso.


De Hastings, ¿qué diré?:

Una ciudad de unos ochenta y pico mil habitantes, en la costa del condado de Sussex, en el sureste de Inglaterra, destino turístico para algunos ingleses que no salen al extranjero, con un largo paseo marítimo, al que se acerca y del que se aleja la línea de la playa por las espectaculares subidas y bajadas de la marea, dejando ésta en su retirada sobre la arena especies marinas diversas, que las innumerables y escandalosas gaviotas se afanan en capturar, y del que arranca un decrépito y en estado ruinoso “pier”, largo brazo de madera sustentado sobre una estructura de hierro, que avanza hacia el mar y que en sus tiempos de gloria, (último tercio del s XIX y primera mitad del XX) era muy frecuentado como espacio de ocio de la ciudad por jóvenes y adultos, con pubs, restaurantes, puestos de “fish and chips”, tiendecitas de regalos , casas de máquinas de juego, heladerías, salas de baile, atracciones de feria y demás negocios similares, pero que ahora da pena. De hecho, está prohibido el acceso, salvo en la parte del comienzo más próxima a tierra firme y parece, por su deshabitabilidad, entregado al oleaje del mar en espera de que algún día decidan las autoridades restaurarlo, si llegan a tiempo.

Hay también un barrio de pescadores con puestecitos para vender pescado y unas casitas típicas construidas con los tablones de barcos que servían para guardar en otro tiempo, y aún ahora, los aparejos de pesca; hay una pequeña “old town” con tiendas de regalos, ropa, comida, pubs, locales de mil cosas viejas y de segunda mano que tanto gustan a los ingleses…; en lo alto de la montaña, los restos del primer castillo normando y de piedra de Inglaterra y, desde allí arriba, las inolvidables vistas que proporcionan los acantilados, especialmente cuando la marea está alta.

La ciudad ha pasado a la historia asociada a una batalla famosa del año 1066, “La batalla de Hastings”, que supuso el enfrentamiento entre los sajones de la isla y los normandos invasores y, con la victoria de estos últimos, el fin de la dominación sajona y un nuevo período en la historia de Inglaterra bajo la autoridad normanda. Sin embargo, el choque de los ejércitos no tuvo lugar en Hastings, sino en un pueblecito próximo que, cómo no, se llama Battle.

Del curso de inglés no voy a decir nada (a buen entendedor…), pero sí quiero aquí recordar a mis compañeros, con quienes he compartido dos semanas de risas, despreocupaciones, descubrimiento mutuo, largas conversaciones sobre nuestra profesión e inquietudes pedagógicas, cansancio, sorpresas, excursiones a Londres, Cambridge, Brighton, Battle, Rye, (a Canterbury, ja, ja), los paseos por la ciudad, las cervezas, las puestas en común para acordar actuaciones con relación a la dirección de la escuela, preparación de clases, calor, lluvia, frío, más lluvia, confidencias, el agradable y confortable hotel en el que nos alojamos, las clases (¿?)…

Formábamos un equipo de lo más heterogéneo: maestros de inglés, maestros de otras especialidades y profesores de diversas materias; procedíamos de las tres provincias de la comunidad; cada uno con un nivel de inglés diferente, pero coincidiendo todos con las ganas de aprender y mejorar, y también de pasarlo bien.


Éramos una piña: hubo compañerismo, hacíamos propuestas sobre diversos aspectos y tomábamos acuerdos para actuar en grupo; por supuesto también hubo libertad para actuar individualmente en todo momento. Fue esa la combinación perfecta, la posibilidad siempre de estar en grupo y la opción de aislarse o de ir por libre cuando uno quería.

Siempre todos respetuosos, alegres, proporcionando a cachitos, poco a poco, historias de nuestras vidas, de manera que durante dos semanas nos fuimos dando a conocer y descubrimos nuestras coincidencias o diferencias en gustos, maneras de pensar, estilos de vida, decisiones cruciales con relación a nuestro trabajo, hijos, vivencias generales…, hasta que al final del viaje, a la hora de la despedida, te das cuenta que regresas con la maleta llena a reventar, no de compras en mi caso, sino de nuevos amigos que, ¡mira por dónde! he conocido en Hastings y que posiblemente las bondades del correo electrónico me permitan mantener a pesar de la distancia.

¡En fin, no hice nada del trabajo que me había llevado!!


Un abrazo a todos ellos.




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